Sombras, luces y contraluces durante una pandemia.

Fruto del confinamiento y ante la necesidad de llenar horas de encierro, retome este juego de hacer fotos, utilizándolo como terapia contra el estrés, el aburrimiento o la depresión.

Desde los primeros años de juventud la fotografía ha sido algo que me ha fascinado, siempre como aficionado. Hacía algunos años que la había dejado aparcada, y fue el encierro de marzo del 2020 lo que me hizo retomar la afición. Como un reto, abrí una cuenta de Instagram y me propuse subir una foto diaria. El resultado fueron centenares de fotos, sin un hilo conductor que no sea el confinamiento. Las hay de todo tipo, desde atardeceres a retratos, en blanco y negro o color, de Colme o de Madrid.

Al principio hacía fotos en casa, en el jardín; después en los primeros paseos recorrí el estupendo entorno de Colmenarejo (camino de la Casa de la Patata, de la mina Pilar, de Valmayor) y encontré fotografías que me alegraban el día. Con la vuelta al trabajo, aproveché para para ver cómo estaba Madrid, me encontré con los aplausos a los sanitarios o con las caceroladas, con las primeras terrazas, con una ciudad y sus gentes que habían cambiado y que, poco a poco, luchaban por normalizarse, eso sí, bajo unos atardeceres magníficos.

Con mucha humildad y con mucha ilusión, realizo esta exposición que solo pretende cerrar el circulo y enseñar algunas de esas imágenes. Al fin y al cabo, las fotos se hacen para ser enseñadas, juzgadas o expuestas, las fotos también son para los demás.

Nací en Moral de Calatrava en la provincia de Ciudad Real en el año 1964, soy vecino de Colmenarejo desde el año 2004. Trabajo en Renfe de maquinista. Fotógrafo aficionado desde hace casi 40 años.